lunes, 5 de enero de 2015

Otra vez enero

Otra vez enero. Cada año llega más rápido, cada vez un enero más cercano del otro. Como esos lugares o esas personas que percibimos inmensos cuando somos chicos y que cuando reencontramos muchos años después no nos parecen tan distintas al resto de su especie.

Antes enero era como un desierto o un océano. Lo atravesaba despacio, un poco a la deriva, bajo el sol incandescente y el calor húmedo del litoral. Mirando alrededor sin distinguir los límites, un largo día similar al siguiente, a veces tedioso, a veces solitario. Una larga marcha en reposo, llena de ansiedad por llegar a mañana, por que termine la espera pero sin un destino claro. En febrero todo empezaba a moverse otra vez, como despertando de un letargo (porque enero no era más que la noche del año, dormida con pesadez entre sábanas livianas y ventanas abiertas), de nuevo la existencia del almanaque tenía sentido.


Hoy enero vuelve domesticado, desprovisto de esa naturaleza monumental y etérea. Lo atravieso adulta, despabilada, mientras me pregunto dónde habrá quedado un desierto tan grande, un océano tan vasto. Es posible que algún día lo vuelva a encontrar, aunque entonces ya me queden pocos veranos por delante y tenga más paciencia, más ganas de dilatar las horas.

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