lunes, 19 de enero de 2015

Une histoire bizarre

Mucho se preocupan, y con razón, los defensores de nuestra lengua al conocer la alteraciones y deformaciones que se ejercen diariamente sobre el español castizo, desafiando su pureza y dignidad. El fenómeno causa estragos tales como la confusión en la ortografía (por ejemplo entre los términos “hay”, “ahí” y “¡ay!”, o en la sentencia “ce ase linpiesa”), la pauperización de la sintaxis (basta ver un examen de un alumno secundario, donde a la consigna “responda en oración. Justifique.”, la réplica es: “si. raíz cuadrada.”), o la simple degeneración de las palabras (“acá toy”, “holiss”, entre otros adefesios), para citar algunos ejemplos.
Pero un descubrimiento reciente enciende una luz de esperanza al final de este túnel de perdición semántica. El hecho está vinculado con la palabra bizarro, uno de los casos más tristes en el que se ha visto abrirse una brecha (hasta el momento considerada irreparable) entre su significado original (valentía, bravura) y otro, otorgado por el vulgo en el uso cotidiano (para nombrar lo extraño, particular, extraordinario). También es de público conocimiento que la segunda acepción (la falsa acepción) tiene su origen en las lenguas inglesa y francesa, para las cuales bizarre si significa raro. O, debería decir, significaba. En efecto, durante las últimas semanas hemos sido testigos de la alarma y la preocupación reinantes en los países de habla gala y anglosajona, dada la constatación de una serie de episodios de transliteración semántica centrados en el termino bizarre. Según las escasas fuentes de información que han transgredido el secreto profesional con el cual es protegido el expediente de la causa, son cada vez mayores los registros del uso de bizarre en el sentido de “valentía”. A modo de ejemplos podemos citar un titular de Le monde de la jornada de ayer: “Une bizarre femme, dompteureuse de bêtes féroces”, aludiendo a la tres veces galardonada domadora de grandes felinos Jaqueline Deroux, que a los 81 años anuncia su última gira mundial. O la alocución del mismísimo presidente Obama, que la semana pasada se refirió a un escuadrón del ejército en viaje a Oriente Medio como “… our bizarre soldiers…”
Es evidente, entonces, que por algún motivo desconocido (y que tal vez jamás lleguemos a dilucidar) los significados del término entre los diferentes idiomas no han sido tergiversados por el uso sino que simplemente se intercambiaron. Algo que dará que hablar a filólogos y semiólogos de todo el globo, ya que atañe a la separación intrínseca de significante y significado, tema harto discutido por dichos estudiosos.
El fenómeno es cuando menos alentador, ya que indica la posibilidad de realizar un nuevo trueque y restaurar cada significado a su lengua de origen. Las cabezas más brillantes (y con esto no aludimos a la calvicie sino, metafóricamente, al saber) de los claustros académicos del primer mundo ya están trabajando en este sentido. Será además una interesante oportunidad para fomentar la cooperación entre América Latina y los más importantes centros de estudios, como la Universidad de Massachusetts, entre otros

Sólo resta esperar el desenlace de tan apasionante reto científico, un verdadero drama del conocimiento (quizá la aventura más impactante en su campo desde el advenimiento del estructuralismo). Desde nuestro humilde lugar saludamos esta aventura lingüística en la firme convicción de que dará a nuestras sociedades el impulso que necesitan hacia un ordenamiento y una disciplina sin las cuales jamás alcanzarán a las potencias industrializadas, ya que la palabra es cultura y una cultura desorganizada promueve los mayores agravios que pueda sufrir una Nación. Por eso alentamos a los bravos científicos con el viejo adagio que reza “al pan, pan y al vino, toro”. Carajo.

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