viernes, 12 de julio de 2013

El jardín



Ana entró en el jardín. Era inmenso. El sol brillaba en lo alto del cielo. Comenzó a recorrerlo. Los aromas de las mil flores se mesclaban en el aire tibio. Una cortina espesa de canto de aves amortiguaba el silencio profundo. Tanta era la paz que Ana no necesitaba hacer ningún esfuerzo para que el jardín penetrara en ella a través de todos sus sentidos. Hasta que se llenó tanto de perfume, de viento, sonido, luz y color, de tibieza, de dulzura y de calma que ya no hubo necesidad de sentidos para sentir, y ya no hubo necesidad de Ana para ser; sólo hubo jardín. Y mucha luz.

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