domingo, 19 de septiembre de 2010

"Los años pasan, si..."

Y no vienen solos. A mis prístinos 21 años lo estoy descubriendo en carne propia. Ya no soy lo que solía ser, la vejez se apodera de mi implacablemente.
El otro día, sin ir mas lejos, utilicé, para referirme a la mujer de un compañero de la facultad que es mas joven que el, la palabra jovencita. Es una mina que supera los 30, y yo dije, "la señora de fulano de tal es jovencita". No estoy bien. 
También tengo problemas de memoria. Por ejemplo, en un quiebre del estudio, y mientras hablaba por teléfono con mi novio, decidí prepararme un café. Puse la pava en el fuego, luego hay un espacio en blanco, en el que yo no recuerdo haber hecho nada. Mientras esperaba que se calentara el agua busqué alguna cosa en la computadora. Acto seguido, voy a preparar el café y descubro que la pava está pagada sobre la hornalla. Pienso que olvide prender el fuego, y me doy vuelta para buscar un encendedor, descubriendo una jarra con café recién preparado, espera impaciente para serme servido. No recuerdo cuando lo preparé. 
Lo terrible de mi situación es que empeora. Ya no se cuanto tiempo estaré en capacidad de disfrutar de los escasos placeres de la juventud que aún me quedan. Pronto comenzaré a molestarme con los ruidos y la música a alto volumen; me acostaré temprano y me levantaré al alba; pasearé por el barrio, a paso lento, haciendo los mandados con un changuito, vestida con largas polleras negras, medias de nailon y alpargatas, recolectando chismes en cada parada.
Sigo envejeciendo, a paso acelerado, indefectiblemente.
Desconozco las causas de esta senectud prematura, pero me he resignado a aceptarla, y soportarla con toda la juventud de mi anciana presencia.

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