miércoles, 27 de enero de 2010

Utopías I (o el derecho de darme la cabeza contra la pared con tal de que salga algo mejor)

Son las 5:30 am, y estamos un grupo de cuatro personas sentados en una estación de servicio, "desayunando" después de haber pasado la noche en un boliche, cargados de calor, de sed, de un montón de cosas parecidas al displacer.

Es una escena típica de nuestros días.

Entonces se empieza a gestar una conversación espinosa, se genera un debate. No importa el tema en cuestión en este momento, no es de lo que quiero hablar, si no del hecho de debatir mismo; debatir por gusto, sin reglas, a mano limpia, full contact.

Debo decirlo, soy una mala discutidora. Mi argumento suele ser flojo desde el principio, no logro darle una forma atractiva y convincente, dejo muchos huecos a mi "adversario" para rebatirme, me contradigo, no consigo ganarme la simpatía del "público", muchas veces divago y ni siquiera tengo un punto. De hecho tan sólo la mitad de las veces creo tener razón y puede ocurrir que me aburra y mi mente se vaya a pasear en mitad de una frase. Me apasiono tanto en el decurso de la charla que tiendo a elevar progresivamente el tono de voz, y en mas de una ocasión he llegado a llenar de improperios a mi pobre amigo o amiga que hace las veces de contrincante, quien por lo general mantiene un temple y serenidad diplomáticas. Digamos, en pocas palabras, que caresco del arte de la sofística.

Ahora bien, aquí aparece el hecho curioso que me interesa remarcar. No obstante ser consciente de tales desventajas, frente a lo cual la actitud mas coherente sería cerrar el pico, sigo tomando parte en todo este tipo de discusiones (debates cuasi intelectuales, metafísicos, políticos, éticos, etc.) a los que tanto nos hemos aficionado; es mas, apesar de saber que tal vez me equivoque y salga malherida, me enfrento a ellos como una de las mas placenteras actividades mentales, retóricas y sociales que soy capaz de experimentar.

Quizá el motivo tenga que ver con el hecho de considerar (antes que a un nivel racional-discursivo a un nivel intuitivo) a la discusión no como una competencia de absolutos y saberes en pugna de los que uno de los dos saldrá soberano, sino como una búsqueda de síntesis entre relatividades opuestas y/o complementarias, en la que de la exposición yuxtaposicion y contrapunto dialéctico entre ideas, nociones, conceptos, creencias individuales y subjetivas,  en algun momento pueda surgir un nuevo saber, no absoluto ni completamente cierto, que en su debido momento también será puesto en tela de juicio, pero relativamente mas productivo, útil, esclarecedor.

Probablemente muchos, e incluso yo misma en un futuro, disientan con esta opinión, pero me complace pensar que no discuto sólo para tener razón, sino buscando alguna idea un poco mas sólida, un prisma mejor con el que entender el mundo.  
 
Si suelo ser un poco extremista en mis argumentos, es porque quiero romper con algo, aunque por lo general termine siendo la cabeza y no la pared.

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