domingo, 27 de septiembre de 2009

Un laberinto en espiral

Quien cuenta la esperanza con los dedos de las manos, quien colecciona sueños con vistas a la trascendencia, ya está perdido. La esperanza no se cuenta, no se mide, se da colectivamente, como los sueños no tiene reglas fijas, al menos las reglas que la lógica occidental, racional, matemática, unívoca, autócrata, les quiere imponer (a los sueños, a las esperanzas y a los hombres y mujeres que formamos esto que para humanidad es muy grande y para individuo es muy chico). El mundo pasa, no hay posibilidad de trascendencia asible, no dentro de la lógica, sólo hay esperanzas, sueños, anhelos, pasiones, espíritus que de vez en cuando se elevan (de la tierra al cielo, del individuo a la humanidad, del corazón a la cabeza. Que se yo.) Sólo instantes, sin límites, sin barrotes, sólo transcurrir. Después, lo que la historia guardará, se decide en otro ámbito, muy lejos de nosotros. (Para parafrasear a ese griego pirómano de Heráclito: “Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río.”). Esta pasajera coincide hoy (con tantos otros) en la afirmación de que en la historia de cada hombre y de cada mujer reside la historia de la humanidad. El cuento contado por un idiota se repite, se repetirá sin cesar; es un laberinto que redunda una y otra vez las mismas formas, sólo que un tanto distorsionadas, asimétricas, mas tétricas cada vez, así en vez de un círculo puede ir dibujando una espiral infinita. Entonces ¿Cuál es la ilusión?

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