sábado, 1 de julio de 2017

¿Para qué sirve la historia?

Todos nuestrxs estudiantes nos hacen esta pregunta, que generalmente evadimos pidiéndoles volver al tema del que pretenden desviarnos. Pero la pregunta es pertinente, y creo que en el ensayo de su respuesta (porque algo que no tienen historiadores e historiadoras son respuestas cerradas) podemos encontrar algo útil para todos. Uno nunca se termina de reconciliar con lo que hace, y no puedo decir que esto sea una respuesta a la pregunta del título; voy a hablar entonces de para qué siento que la historia me sirvió a mi. 

Lo que yo creo es que el objetivo de estudiar la historia no es obtener un mayor conocimiento sobre las cosas ocurridas en el pasado, ni siquiera –perdón a mis colegas- sobre los procesos que condujeron los cambios sociales.

Lo primero lo descartan de plano todos los trabajos “serios” en la materia: no importan los hechos en si sino el proceso. Lo segundo está más cerca de nuestro objeto y puede terminar ahí: ¿qué es lo que hace que nuestra sociedad sea como es, que yo sea en cuanto sujeto social, como soy?

Pero podemos estirar un poco más el análisis hacia lo que yo considero que es el elemento más valioso de la historia como ciencia social, es decir, el modo en que esta comprensión de los procesos sociales nos da la posibilidad de pensar la dimensión del cambio, la constante transformación a la que se ve sometida la realidad, una transformación que no ocurre por la gracia de dios o de la naturaleza sino por la acción humana. Entender eso es el primer paso para poder tomar la acción en nuestras propias manos. 

Frente al nihilismo de café del “mundo siempre fue y será una porquería” es fundamental que generación a generación nos recordemos esta capacidad sobrenatural que tenemos las personas comunes de cambiar nuestro destino. Eso es lo más grande que podemos lograr, ser dueñas y dueños de nuestras propias vidas, ante tantos intereses que está todo el tiempo tratando de colonizar nuestra libertad.

Estamos viviendo una coyuntura de terrible avasallamiento de los derechos civiles: peligra nuestra calidad de vida, nuestras posibilidades de desarrollarnos plenamente como seres humanos, de soñar un poquito más lejos. Peligran nuestras existencias físicas. Pero también estamos viviendo un contexto de movilización de sectores marginados como nunca antes, estamos saliendo a la calle, abrazando nuevas identidades políticas y politizando viejas identidades de género, sexuales, ideológicas. Hay una realidad que pide cambio y ahí entra la dimensión histórica: podemos cambiar. Y acá entra la reflexión sobre la historia, para, como pedía Benjamin, “en cada época (…) esforzarse por arrancar de nuevo la tradición al conformismo que pretende avasallarla.”

Por ahí me voy por las ramas, es una desviación profesional. De nuevo, a lo mejor la respuesta se puede ensayar parafraseando a Galeano: ¿para qué sirve la historia? La historia sirve para caminar.

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