jueves, 5 de septiembre de 2013

Encuentro



Él, croto, arrastrando su barba hasta el pecho, su gorrita verde militar, su montón de parches cosidos que le sirven de abrigo. Rodeado por un aura de vinos en el cordón de la vereda, de revolver contenedores buscando algo que sirva, de todos los aromas que hacen al humano. Su banda de sonido un rumiar constante de palabras angustiosas y felices, las pocas rescatadas del olvido y que se reúnen sin significar demasiado remitiendo a otras palabras, a caras del pasado, a otra vida que fue aunque no parezca. Va mirando las baldosas por calle Entre Ríos.
Ella, altiva, rubia, ocultándose del mundo detrás de los auriculares hi-tech y de los lentes de sol oscurísimos cubriéndole la mitad del rostro. Caniche toy en brazos, un andar pulposo y ondulante bajo las calzas deportivas, preocupada en mantener el ritmo de la caminata y la postura. Mostrándose a los demás como quiere que la vean y nada más, pensando en no pensar y quizás en retrasar el momento del regreso a una cotidianeidad vacía y rutinaria. Arremete a paso firme por calle Jujuy.
Inevitablemente, la esquina los pone cara a cara.

***
 
Epílogo: después del encuentro, la rubia siguió caminando un poco más apurada, no sabiendo si adoptar una actitud de asco o de filantropía. El croto se dió vuelta y le dijo un par de cosas ininteligibles, pero después de un rato volvió a su mundo interior.