viernes, 31 de agosto de 2012

De absolutismos y otras relatividades

Empecemos por lugares comunes. Cuando yo era chica, como suele suceder, papá y mamá eran todo. Y luego ese todo pasó a ser una cuadra, un barrio, una escuela. Entonces crecí y fui tomando consciencia de que existía un mundo, y personas que lo habitan; gente con vidas propias y problemas, muchas veces producto de la injusticia que ese mismo mundo ejercía sobre ellos. El descubrimiento de la injusticia me indignó de gran manera, al punto que comencé a tratar de buscarle una explicación. Llegue a concluir que la existencia de la desigualdad no podía ser algo natural, sino un producto de las decisiones humanas, por ende, una cuestión política. En ese caso, me dije, la política lo es todo, hay que cambiar la política para cambiar la iniquidad. 

En este orden de razonamientos era lógico que me inclinara hacia las humanidades y entré en la facultad, en una de esas carreras poco frecuentadas y menos presupuestadas, con propósitos anacrónicos y utópicos de los que no me avergüenzo.  

Pero hete aquí que una empieza a recorrer (en el papel, claro está) épocas y lugares diferentes, se da cuenta de las similitudes pero también de los matices que forjan las culturas.. Y voila, ahí aparece esa palabrita mágica que presenta el don de la ubicuidad, la cultura. Y una empieza a pensar que si todo está atravesado por la cultura, entonces, ¿no será todo la cultura?

Podrán imaginarse que este devaneo intelectual causó no poca mella en mi ánimo. Con tal confusión epistemológica, decidí consultar a un profesional de la psique para que me ayudara a orientar mis ideas. Con resultados dudosos. La conversación fue mas o menos así:

Psicólogo: - ¿Cual es tu problema?
Yo: - Bueno... Verá, resulta que mi problema es que la humanidad... La injusticia... No se que cambiar... Digamos que mi problema es todo.
Psicólogo: - Todo es nada.

Y con este para nada enigmático mantra sonando en mi cabeza volví a mi casa.

Decidí mandar al diablo a la cultura, la política, las humanidades, la escuela y hasta a mis viejos.

Entonces de vuelta en mi barrio, pude ver a esas personas que viven su vida como pueden, que luchan la diaria por solucionar sus problemas inmediatos en pos de una vida mejor. Y me pregunto si todo eso no tendrá que ver con la tan reiterada cultura; si la cultura no es también política, y si lo político no es un elemento inseparable de la cultura... Y si no vale la pena empezar de vuelta, a trabajar desde abajo, a ver si podemos recrearlo un poco todo.