domingo, 9 de octubre de 2011

Pequeño Narciso

Me estoy por bajar del colectivo:

Niño: - ¿Es verdad que cuando yo era chiquito era el más hermoso y más lindo de todos?

Madre: - (Condescendiente) Si...

sábado, 8 de octubre de 2011

Días de estudio

Las temporadas de estudio son ambiguas. Lo primero que siento cuando me percato de que se acerca la fecha de algún examen es... fiaca. Desgano muchas veces acompañado por la súbita inspiración para hacer cualquier otra cosa que no tenga nada que ver con la materia en cuestión (cosas que, dicho sea de paso, en otras oportunidades generalmente postergo por vagancia). Si logro superar esta primera etapa la siguiente es algo más complicada. Se trata, claro, de nuestro nunca bien ponderado amigo el estrés. 
A veces, en pequeñas dosis, un poco de presión puede servir para bajar a la realidad, poner los pies sobre la tierra, digamos, y de esa manera incentivar el trabajo. No obstante, cuando la ansiedad supera a la capacidad de pensar coherentemente, el resultado es que ya nada logra, literalmente, entrar en la cabeza del estudiando.
Así, cuando me dejo dominar por esta bestia bizantina, no sólo el estudio, sino que mi vida (y a muchas veces, por adhesión, la de mis allegados) se convierte en un suplicio digno del Antiguo Testamento, con ira divina y mujeres golpeándose el pecho incluidas.
Una buena receta para superar esto es encontrar un espacio cómodo, amplio, luminoso y tranquilo; a continuación ordenarlo (importantísimo) e instalarse ahí por el tiempo que sea necesario. Entonces, más allá de los obstáculos que se imponen al comienzo, una vez superado el vértigo inicial (y darme cuenta de que declarar mi ignorancia a los cuatro vientos es menos útil que leer la bibliografía del programa) comienza una fase del estudio que compensa todas las anteriores. Es cebarme unos mates, desplegar libros, papeles y biromes por toda la mesa, y comenzar la tarea de escrutar en los textos, resumirlos, desarmarlos y volverlos a armar; desesperarme a veces; hacer un corte y retomar.
En esos momentos, detenerme un instante y ver el caos que se produjo en la mesa me provoca una sensación de bienestar. Claro que persisten los nervios del examen, las ganas de hacer otras cosas, y no recomiendo este régimen como una rutina diaria, pero cuando los resultados son satisfactorios, o se me ocurre algún chiste absurdo con respecto, por ejemplo, a los borbones, que nadie más entendería sin el encierro diario en los libros de los últimos días, la sensación que queda es la de haber pasado por una mini-cruzada, y sólo por eso vale la pena.
De todas formas, por suerte, ya estoy de vuelta en mí.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Dudas y certidumbres

Hoy me dí una ducha larga, para aclarar la cabeza y las ideas. Lo bueno es que ya se lo que voy a cocinar esta noche. Sin embargo, todavía no se lo que quiero ser cuando sea grande.
Tendré que empezar a darme duchas mas largas, o conseguir una bañera.